Qué deprimente. Alguien tropezándose conmigo es lo más parecido que recibo a un abrazo. Mi facilidad de palabra se está atrofiando. Mis cuerdas vocales se estan endureciendo por el desuso, y la voz me sale cada vez más áspera y forzada. Me cuesta hablar. Mi cuerpo se vuelve lento, avanzando cada vez con menos fuerzas. Mis ojos ya no ven; han dejado de fijarse en todo lo que me rodea, porque saben que nunca voy a ver nada que me interese. Mis oídos han dejado de estar atentos al mundo, porque no me gusta comprobar que no hay nada a lo que atender.
He dejado de preocuparme por el mundo y él ha dejado de preocuparse por mi.
No sé quién ha empezado.
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Bueno, también hay otros tipos de abrazos, esos que se dan en el alma y que pueden llegar a través de este blog...
Un blogabrazo fuerte.